martes, 7 de abril de 2009

Siempre he amado el desierto

Y cuándo estaba en el cercanías iba pensando en cómo empezaría esta entrada que llevo queriendo escribir desde que inconsciente e inevitablemente mis piernas nos llevaban a esa casa que no creo que vuelva a pisar, mientras le explicaba a Cris por qué había sonreído y llamado a Tsukiko cuándo había visto la luna, tan redonda y brillante en sus primeras horas, mientras que imaginaba a Antoine de Saint-Exupéry volando hacía uno de mis Principitos, y recordaba que se me había olvidado contarle a Ál lo de la absurda copia de la PSP, la Pop Station Portable, de venta en el Maxi-China parleño, y mientras me daba cuenta de que si miras al cristal a esas horas de la noche, no puedes ver más que tu simple reflejo quedándose tus ojos bloqueados en esa oscuridad que no logras delimitar.

2 comentarios:

Maurick Starkvind dijo...

Será mejor que no delimites esa oscuridad, porque cuando lo hagas, será demasiado tarde... ¡Ha!

ιrene dijo...

:O ! Sensei~s!